Es bonito poder decir actualmente que la sudoración excesiva no supone ya para mí un problema crucial. He conseguido entender las claves de este proceso, comprender en qué consiste y cómo afecta a mi cuerpo y cómo ha llegado a condicionarme. He aprendido a convivir con algo que a veces ni recuerdo que existe. Es así, lo que en la adolescencia suponía un problema mayor, ahora a los 28 años me parece algo tan insignificante en mi vida.
A veces creo que ni soy la sombra de lo que era entonces. Aquella persona tenía virtudes valiosas e ilusiones que con el tiempo se han atenuado, pero también poseía defectos que (casi al cien por cien) he conseguido corregir. Aquella chica de 20 años aún se parecía más a la de los 16 que a la que soy ahora. Creo que seguía siendo una adolescente vital, enérgica, extremista, irascible y bastante enfadada. Quitando todo lo negativo que martirizaba mi existencia, con unos cuantos años de devenir y experiencias, queda la persona que hoy soy, alguien cuyo sufrimiento es infinitamente menor y su paciencia infinitamente mayor.
Atacar la hiperhidrosis lo antes posible
Y por eso, hoy en día la hiperhidrosis no significa nada en mi vida, no voy a renunciar a vivir por algo que está limitado a mi cuerpo, pues mi mente y espíritu son mucho más fuertes. Por esto creo, que el problema de la hiperhidrosis, como tantas otras cosas que afectan al desempeño normal de la vida o a la estética del individuo, es necesario atacarlo cuanto antes.
Este problema va a afectar a la persona, pero el modo en que la afecte va a depender de distintos factores. En primer lugar, los rasgos de personalidad del niño van a determinar mucho su modo de afrontar el problema. Yo de pequeña era una niña introvertida, me ensimismaba con mis cosas y mi cabeza era un hervidero de fantasías. Para mí fue complicado aceptar y comunicar mi problema porque era muy sensible y eso me hacía débil.
En segundo lugar, es determinante tu entorno, ya que sin duda afecta al desarrollo de la personalidad y te condiciona infinitamente más que cualquier gen. Yo tuve la sensación de vivir una infancia y una adolescencia solitarias, en la que nadie me comprendía y en la que esperaba que llegara algo o alguien que por fin lo hiciera. Por supuesto que había otras cosas que me ocurrían, pero la hiperhidrosis fue la gota que colmó el vaso y sé que a veces he considerado que era la culpable de todos mis males.
Me gustaría que el niño o niña que empieza a sentir que le suden en exceso las manos, los pies, tenga que padecer y vivir un camino solitario. Así que si tú eres adolescente y me estás leyendo, o eres un padre o una madre preocupado, es importante actuar cuanto antes.
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